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      VISITANTES

 

Colaboraciones

seleccionadas para su publicación en 2009

 

 

Los relatos aquí fragmentados serán publicados íntegramente en formato libro

 

Si en nuestro primer tomo contamos con la inestimable contribución de CARLOS FERRER, que tuvo a bien epilogarlo, con NUNCA EN LAS CENIZAS DEL OLVIDO, TOMO II, uno de nuestros grandes autores ha tenido a bien colaborar con un relato inédito. Estamos hablando, nada menos, que de José Luis Muñoz (Salamanca, España, 1951) Novelista y articulista galardonado con los premios Tigre Juan, Azorín, La Sonrisa Vertical, Café Gijón y Camilo José Cela, entre otros. Dentro del campo de literatura de viajes ha publicado numerosos trabajos en las revistas Traveler, Viajes National Geographique, y Nómadas, entre otras. Durante quince años colaboró en las revistas Playboy y Penthouse, con relatos y reportajes, y fue durante 10 años columnista de opinión de El Sol y El Periódico. Entre sus novelas destacan Pubis de vello rojo, Barcelona negra, El cadáver bajo el jardín, Lifting, Lluvia de níquel, Mala hierba, El Barroco, La casa del sueño, Último caso del inspector Rodríguez Pachón, La caraqueña del Maní y la trilogía sobre el descubrimiento de América La pérdida del Paraíso. Su última novela, un trhiller que gira alrededor del Holocausto, El mal absoluto (Algaida, 2008) obtuvo el premio Ciudad de Badajoz. A principios del 2009 publicará El corazón de Yacaré (Imagine ediciones).

JOSÉ LUIS MUÑOZ tiene en la red el blog literario La soledad del corredor de fondo:

 http://lasoledaddelcorredordefondo.blogspot.com

 

Fragmento del relato

LA OFICINA

de José Luis Muñoz

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           Comenzó a partir el queso, sobre la tabla, con un cuchillo curvo especial, y luego la emprendió con el jamón, que colgaba a su espalda, cortando lonchas transparentes veteadas por suave tocino que extendía sobre rebanadas pequeñas de pan.

            ─ Sírvanse ustedes.

            Y dejó descorchada una botella de vino blanco y tres vasos.

            ─ Yo también le echaré un traguito ─ dijo, llenándose el vaso cuando lo hubieron hecho los parroquianos ─ ¿Cómo está su hermana, don Ignacio?

            ─ Bien, bien, a punto de licenciarse.

            ─ Me alegro. Muy inteligente, la muchacha. Los padres de ustedes tienen que estar orgullosos de sus chicos. Vaya. Ya lo creo. ¿Y Chencho? Hace tiempo que no viene por acá.

            ─ Anda últimamente un poco fastidiado del hígado. Tampoco vino al último tenderete.

            ─ Bueno, es que Chencho siempre ha estado con una salud delicada, el hombre.

            ─ Pero es cumplidor, nunca me ha faltado al despacho.

            ─ Para cumplidor, Benito, el del restaurante, que ya se habrán enterado ustedes. Tanto trabajar para acabar de ese modo.

            Ignacio levanta el vaso, se humedece los labios, tras olfatear el vino, y escruta con sus grandes ojos al tabernero que hace una pausa para coger una aceituna partida del platito.

            ─ ¿Qué le ha ocurrido?

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Fragmento del relato

MATADOR

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El matador dirigió su mirada hacia una joven que le sonreía en un palco y le lanzó un beso soplando en la palma de la mano. Las dos muchachas que acompañaban a la dama la miraban con admiración y un poco de envidia, disfrazándola con una sonrisa forzada y guardando silencio.

Un poco alejado del torero, en la puerta del toril, Julio sintió un puñal atravesar su corazón al ver a su amada responder al beso del matador con una amplia sonrisa.........................

 

Juan Pan García, 31-12-2008***

 

Fragmento del relato

LOS ROSALES

 

 

...............Su esposa aparecía totalmente desnuda, sujetándose sus senos con ambas manos, mirando descaradamente al objetivo de la cámara. Su silueta se recortaba sobre un fondo rojo. La luz se proyectaba desde arriba en un ángulo de cuarenta y cinco grados hacia el lado derecho, lo que producía un conjunto de sombras y contrastes que realzaban su bellísimo cuerpo. Estaba viendo la imagen correspondiente al mes de enero; febrero presentaba otra foto en fondo azul, de perfil; marzo ofrecía una visión sugerente: la luz estaba situada detrás, recortando la silueta de Inés. Luego había otra foto mostrándola por la espalda, otra de medio cuerpo… y otra, y una más… Una foto por cada mes.

     Tenía que pensar rápidamente para encontrar respuestas a las preguntas que acudían a su mente: ¿Cómo era posible?, ¿cuándo había posado su esposa para hacer esas fotos? ¿Quién le enviaba el calendario? ....................

 

Juan Pan García, 4-8-2008***

 

 

Fragmento del relato

ÚLTIMA CARTA A JULIA

 

Son casi las siete de la mañana. El día es gris, supongo que ha elegido uno oscuro para que no contraste demasiado con mi vida. Llevo largo rato esperando en este puente; pero hace ya bastante tiempo que no pasan las horas, ni los minutos…, todo a mi alrededor se ha detenido. Los pájaros que trinaban ajenos a todo se han quedado congelados y suspendidos en el aire; el viento ha dejado de ulular; mi reloj, al igual que el de la torre de la iglesia, se ha detenido; tampoco se mueven los pocos coches que pasaban por las calles que veo desde aquí. Absolutamente todo esta tétricamente inmóvil:

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Ancora Bikey, 31-12-2008***

 

 

Fragmento del relato

EL SECRETO MÁGICO DEL ABUELO RAFAEL

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     La niña, al sentir la caricia, se giró sorprendida y, mirándola a los ojos, sonrío apoyando la cabeza en una de las caderas de su abuela.

     — ¿Qué miras con tanto interés?— La voz de Apolonia sonó entrecortada.

     —Estoy esperando que caiga una estrella— contestó Elisa con seguridad.

     Y Apolonia, aunque sabía muy bien el motivo por el cual los niños esperan que eso suceda, disimuló unas lagrimillas furtivas que le empañaban la vista y siguió hablando con la pequeña, quien le contó que quería pedir un deseo y que esperaría junto a la ventana hasta que alguna “se desenganchase” del cielo y atravesase los nubarrones grises.

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Ancora Bikey, 31-12-2008***

 

Fragmento del relato

ESPERANDO LA LLUVIA

 

El sol de agosto lucía implacable en el cielo de Hades, cuando Caronte encalló su barca en mitad del río. La sequía de la última década había propiciado una bajada de las aguas jamás vista en dos mil años. El anciano de pelo cano, apostado sobre una roca a pocos metros del suave oleaje, tendría que esperar por tiempo indefinido…; pero, horas más tarde, cansado de contemplar la llegada masiva de algas muertas y peces extenuados a la orilla, gritó al barquero:

-¿Y qué hallaré al otro lado!

El otro, que permanecía asediado por una intensa lluvia de reflejos dorados, se incorporó pausadamente y, tratando de no perder el equilibrio, le respondió huraño:

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Manuel Pérez Recio, 23-12-2008***

 

Fragmento del relato

LA CACATÚA

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     Una tarde, como muchas otras, salí a pasear tras la sesión matutina. Esa vez, sin embargo, tenía el vívido pálpito de que la revelación rondaba mi puerta. Deambulé como un loco por stradas y callejuelas haciendo de toda imagen objeto de mi obsesionada pupila; a veces trataba de empaparme de la lánguida armonía que rezumaba el canal estancado; o detenía el paso ante algún portalón herrumbroso o infestado de algas, para intentar impregnarme de su letárgica atmósfera. Hasta un mísero perro sarnoso dormitando en cualquier esquinazo era blanco de mi atención. Pero todos los bocetos que plasmaba en mis cuartillas no redundaban sino en plúmbeos trasuntos de realidad, sin zarpazos de espontaneidad u originalidad alguna.

                                                                                                                                            

     Frustrado, una vez más, volví a casa.

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Juan Ortega, 16-12-2008***

 

Fragmento del relato

EL CÍRCULO

 

 

...........Llevó flores a su tumba. A la cabecera, entre los floreros, había un tallo. Lo respetó, midiéndolo cuando iba a renovar los claveles y los crisantemos. El tallo crecía. Pronto fue como los floreros; luego, creció por encima de las flores, verde, estirado. Tenía un olor amargo, acre, algo acídulo. De pronto sintió miedo, y, sin embargo, estaba obligado a cuidarlo. Lo sabía. Un día dio flor, una hermosa flor de pétalos morados. De ahí en más se olvidó de llevar claveles y crisantemos, olvidó mudar el agua muerta de los floreros y olvidó que allí estaban sus padres, tal vez dando savia a la planta aquélla. Al paso del primer otoño los pétalos cayeron, quedando el cáliz mustio y seco; pero fue inflándose, creciendo, haciéndose una bola. Una mañana, con el primer albor, fue a ver su planta. Había soñado con ella; había soñado que le llamaba. Encontró el tallo verde, más verde que nunca; pero no había ya cáliz, sino fruto. Era un ataúd chiquito, blanco, gracioso, con rayitas pálidas y dibujitos microscópicos. Le repugnó, sintió tremenda aversión; pero, no supo bien por qué, .......................

 

Ángel Ruiz Cediel, 20-10-2008***

Fragmento del relato

OLVIDO

 

           Ha borrado el desabrido olvido los caminos que conducen al recuerdo. A veces, sólo a veces, un olor famoso o un nombre entrañable, sin saber por qué, se ancla con desconcierto a algún ayer traspapelado, sin fechas precisas ni notas marginales, produciendo el cataclismo de un naufragio cuyo pecio son tablones que arman la estructura que enhiesta la angustia.

            Se sabe rehén, pero no de quién. Por algún lado, en algún tiempo, sospecha que tuvo una vida; pero se ignora, acaso no sabiendo qué o quién es. Desconoce que el presente es un hito conformado por muchos pasados, ....................

 

Ángel Ruiz Cediel, 20-10-2008***

 

Fragmento del relato

QUERIDA MADRE

 

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            Siguió con su perorata mientras preparaba la infusión, dale que te pego a la hebra, pero Miguel ya no la oía sino como uno de esos ruidos domésticos que hay en las casas antiguas, o como si formara parte de aquel entrañable escenario en el que se desarrolló su infancia, buena parte de su juventud y pedazos de su vida, entre matrimonios, como retales de una existencia que iba quedando hecha jirones por diferentes decorados.

            Se puso en pie y se decidió a esperar el café mientras ojeaba las fotografías que abundaban sobre muebles y paredes. Era una tregua. Nada más que un paréntesis a esa murga que pagaba gustosamente, como un justo tributo, por ver a su madre una vez por semana.........

 

Ángel Ruiz Cediel, 20-10-2008***

 

 

Fragmento del relato

VISIONES

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           — ¿Por qué te pones tú a mi derecha, es un guiño político? —le volví a inquirir con malicia.

            Sonrió. Bueno, al menos sentido del humor tenía.

            — ¿Y tú, no sonríes… o te ríes? —le pregunté al otro.

            Bufó, un cuerno le echó humo y se peyó.

            Cuando no les miraba, entre ellos se hacían perversidades, se decían ternos de los más gruesos, se metían los dedos en los ojos, se pellizcaban o se hacían burlas muy chuscas. Yo diría que se odiaban tanto como si estuvieran casados o, al menos, que se tenían acérrima antipatía.

            — ¿Podéis estaros quietos? —les reñí.

            —Es que te quiero —se justificaron ambos al unísono.

            Tal vez me quieran, pero joden mucho. ...................................

Ángel Ruiz Cediel, 20-10-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

YO SIENTO

 

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-No puedes hacerlo- escuchó a sus espaldas.

Gonzalo se volvió de súbito, y del susto inicial pasó al no saber qué pensar. Ante él había un hombre, un anciano mejor dicho, tan viejo que su piel aparecía cuarteada y recortada por innumerables surcos agrietados. Y en esos ínfimos instantes que una persona necesita para formar una muy primeriza opinión de otra, a Gonzalo se le pasó por la cabeza que aquel no era un vecino de la región. No tenía el aspecto de un anciano gallego, todos ellos doblados y desmejorados por décadas de duro trabajo ya fuera en el mar o como ganaderos. No, aquel tipo, quienquiera que fuera, tenía un porte solemne a pesar de su edad, erguido, poderoso se diría; y no vestía con el atuendo típico de la zona: ni boina, ni ropa de pescador ni el chaleco lanudo habitual de los criadores de vacas. En lugar de ello portaba un elegante traje, todo él gris, una americana sobre un jersey fino, con el cuello un poco alto, pantalones a conjunto y zapatos demasiado enclenques para transitar por aquellos duros parajes de roca y arbustos espinosos..............................................

 

Javier Pellicer Moscardó, 11-10-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

EL TERROR TANGIBLE

 

...............y ahora, de repente, me encontraba tumbado en una esquina, rodeado por la niebla, y sin poder resistir la necesidad de volver a vomitar. Me alcé, me arrodillé frente a la pared, apoyé contra ésta mi cabeza, aparté hacia atrás el resto de mi cuerpo y dejé que incontables arcadas semisecas me convulsionaran a placer.

Cuando escupía los restos de bilis de mi boca y respiraba profundamente tratando de recuperarme de la tensión y de los esfuerzos reflejos de mi aparato digestivo, rechinando sus goznes la puerta contigua se entreabrió. Yo comencé a caminar, unos pocos pasos, y me adentré en aquella nebulosa quinta calle. Ya no se oía el caminar del “mantequero”. Me paré, mi cuerpo se resistía a mantenerse erguido, apoyé mi hombro en la pared y en aquel momento voces tranquilizadoras de mujer y de hombre, al tiempo que una amigable mano me asía por el codo, me hicieron sentir protegido.

El hombre me tomó en brazos, yo al principio me mantuve tenso, pero al poco dejé laxo mi cuerpo. Me llevaba a mi casa.

 

Los hechos que acontecieron cuando mi abuelo abrió la puerta son imaginables y, estoy seguro, certeros para quien se ponga a ello, por lo que desmenuzarlos es relatar lo consabido y gastar tiempo y papel sin necesidad. Primero vinieron las expresiones de temor por mi estado, al poco las interrogaciones, más adelante las imputaciones, hasta acabar metiéndoseme en mi confortable lecho, desde donde pude oír, antes de caer en el que aún se me antoja como el más largo y profundo sueño de mi vida, que mi abuelo y mi madre se encaminaban apremiados a las casas de Pedro y de Pablo.

Al día siguiente inició su bifurcación mi vida, mi mundo, el mundo, mi pasado, mi presente y mi futuro.

 

Eran más de las dos del mediodía. Me despertó mi madre, llorando desconsolada, abrazándome, besándome. Mi abuela fue por el otro lado de la cama a acariciarme la frente, la miré, y sus ojos estaban extremadamente enrojecidos. Yo sentía mi cabeza algo pesada, pero mi estado no componía todos los síntomas de resaca etílica que, debo confesar, ya conozco muy bien; aun así exageré mi estado y les pedí que me dejasen, que no me encontraba bien, y les mostré mi desagrado por la cantidad de gente que se había concentrado en la casa a juzgar por el murmullo de voces que llegaba hasta mi habitación.

Nadie me hizo caso, me hicieron levantar, me lavotearon con una palangana de agua caliente y una manopla, me vistieron con mucho mimo, como si fuera yo un inválido, y al salir de la habitación una avalancha de personas me asaltó besuqueándome y pugnando por tocarme y no despegar su mano de mí. Pero nadie ponía término a mi perplejidad por mucho que yo insistiera en preguntar y en protestar exclamando de modo intermitente que me dolía mucho la cabeza pero que estaba bien.

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Toaj Tagore Dauchna, 1-10-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

HASTA QUE LA MUERTE OS SEPARE

 

…Y entré en el salón, me acerqué a mi viejita, que permanecía adormilada frente al televisor, y le dejé un beso tibio en la frente. Arreglé la pequeña manta de lana que cubría sus piernas, acaricié suavemente sus mejillas, pálidas como el papel de arroz, y le di las buenas noches. Ella ronroneó satisfecha, ....

 

Manuel Pérez Recio, Valencia, 25-8-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

UMBRELLA

 

.............Plasmaba en aquel lugar lo que encerraban los corazones de los habitantes del edificio. Umbrella recolectaba sus esperanzas, sus promesas, sus anhelos…. Sin embargo había en una esquina despejada un hueco inmaculado, sin dibujos ni colores… Lo había reservado sin saber por qué. Aquel rincón era como un regalo, un secreto aún no desvelado.

En la azotea jamás llovía, pues la lluvia era viajera del pasado, cubría con su manto las calles desiertas allá abajo......................

 

Maite Rodríguez Ochotorena, Haro (La Rioja), 20-4-2008***

 

 

Fragmento del relato

¡ARRIBA ESE MUERTO!

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El que más y el que menos, todos se miraban unos a otros con un ojo medio guiñado y algo escéptico, pues empezaban a comprender que lo de encontrar un difunto para resucitar no era cosa tan fácil, que lo único que hasta entonces había conseguido la extraña propuesta del nuevo médico era sólo remover los bajos fondos de las personas y enturbiar el ambiente. Únicamente el propio médico continuaba muy entero y muy seguro de sí, proponiendo que se intentase con otra familia. Y dejó caer su mirada sobre uno que estaba presente. Mas éste, antes de que le hiciesen pregunta alguna, se excusó diciendo que tenía una obligación muy urgente en su casa, y se marchó. Lo mismo ocurrió con un tercero, con un cuarto y con todos los que estaban allí. Hasta que el médico y la Feliciana se quedaron solos.

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Julián Sanz Pascual, Segovia, Haro (La Rioja), 15-4-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

Bernardo de Plasencia

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Al clarear el día, partió con su botín camino de la ciudad más próxima. Tan cargado iba de reliquias y objetos de valor, que necesitó cinco jornadas para llegar. Cuando franqueó las puertas de la villa, sintió un vértigo insoportable. El espectáculo que se ofrecía a sus ojos era infernal. Los estragos de la enfermedad adquirían dimensiones apocalípticas. Renunció a llegar hasta la plaza porque el tufo de la aniquilación se hacía absolutamente irrespirable............

 

Juan Antonio Barros Jódar, Granada, 3-4-2008***

 

 

 

Fragmento del relato

El ascensor

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Sus manos, amoratadas y cubiertas de llagas ambarinas, temblaban como una vela a punto de apagarse. Percibí que estaba algo asustado, así que le dejé un poco más de espacio, retirándome un paso atrás, para que no se sintiera agobiado por mi presencia. Entonces, tornó unos centímetros su cabeza hacia mí, y su mirada acuosa y gris, que partía del fondo de sus profundas cuencas violáceas, rasgó mis ojos como una fría cuchilla de afeitar. Apenas coincidimos unos segundos más en el ascensor, pero jamás olvidaré aquel olor nauseabundo, a orín y vino agrio, que desprendían sus ropas y su aliento; ni su cadavérico rostro, arrugado y seco como una pasa, que todavía hoy me hace temblar en sueños. Y es que por un instante me vino a la memoria la imagen de mi difunto abuelo en su lecho de muerte, pocos años atrás. Dirigí la mirada hacia la puerta metálica del ascensor, rehuyendo aquella horrible sensación. Pero instantes después, aguijoneado por una mezcla de inquietud y curiosidad, no pude evitar volver a fijarme en él una vez más. Y al hacerlo descubrí, bajo su nariz de cuervo plagada de pequeños cráteres de sudor y sus estrechos labios blanquecinos, un oscuro hilillo de sangre que había esparcido de forma involuntaria con una mano por una de sus pálidas mejillas.

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Manuel Pérez Recio, Valencia, 12-2-2008***

 

 

 

 

Fragmento del relato

ETERNIDAD

 

Los amantes encuentran un hueco en su agenda y se citan en el hotel. Se ven, se abrazan, lloran. Entre besos corren por la escalera y uno en brazos del otro entran en la habitación. Está oscuro y ella dice, necesito verte, y el dice . Encienden la lámpara y entre los crujidos de la cama susurran, se lamentan por no haberse conocido cuando... o que sin los niños... sin el otro... Mientras hablan una mano ansiosa va soltando unos clips y la cinta de velcro, al rasgarse, revela el último pedazo de piel oculta.

 

El viento, en la ventana, aúlla, agita las cortinas, llena la habitación de humedad. Una polilla revolotea furiosa alrededor de la lámpara quemándose las alas. Los cuerpos de los amantes proyectan sombras de acróbata en la pared. El tictac del reloj que los une marca el ritmo.

 

Jadean. Entre el sudor que resbala llega el momento y los amantes, gritando, imploran que dure siempre, eternamente, ese instante. Se miran excitados, subyugados al ver su propio reflejo en las pupilas del otro mientras sus cuerpos como fuelles se encogen y se estiran. ¡Dios, la eternidad!

 

(Pero no es Dios, sino el Diablo, que siempre ha tenido un pacto con los amantes, quien los escucha y decide concederles su deseo. En el rostro quemado aparece una sonrisa de dientes blancos cuando apunta hacia ellos su tridente).

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José Ignacio Fernández Piñeiro, Madrid, 6-2-2008***

 

 

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